Sábado, 20 de Abril, 2024
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ANTECEDENTES
La luz solar es una fuente inagotable de energía necesaria para promover una sensación psicológica de bienestar y proporcionar la energía necesaria para la síntesis endógena de vitamina D. Sin embargo, la exposición excesiva a la luz solar es perjudicial para los sistemas biológicos porque conduce a fotoenvejecimiento, inmunosupresión y fotocarcinogénesis.
En los seres humanos la cantidad de exposición solar necesaria para el mantenimiento de la salud varía de manera importante entre los individuos por factores intrínsecos, como el fenotipo cutáneo y la presencia de fotosensibilidad patológica, factores genéticos y factores ambientales, como la altitud y latitud.
Para contrarrestar los efectos dañinos de la radiación ultravioleta (RUV), como quemaduras solares, fotoenvejecimiento y cáncer de piel, algunas estrategias incluyen: el uso de ropa protectora contra el sol, incluidos sombreros de ala ancha, evitar la exposición directa al sol durante las horas pico de radiación ultravioleta, resguardarse a la sombra siempre que sea posible y la aplicación de protectores solares de amplio especto con un factor de protección solar (FPS) mayor a 30.3
Con estas formas de protección, la radiación solar se reduce de manera uniforme y sin preferencia por UVB o UVA. La aplicación regular de protectores solares, compuestos capaces de filtrar, absorber o dispersar la energía generada por la radiación UVA y UVB, es la forma más común de protección solar utilizada por los niños y sus padres.
Para lograr todo el valor de protección, los protectores solares deben aplicarse en repetidas ocasiones y sobre todas las partes expuestas al sol, en una cantidad promedio de 2 mg/cm2 , es decir, al menos el equivalente a una cucharadita por cada extremidad, frente y parte posterior del cuerpo y a media cucharadita para la cara, el cuello y las pabellones auriculares.6 Los protectores solares deben aplicarse 15 a 30 minutos antes de la exposición solar para permitir la formación de una película protectora sobre la piel y deberán reaplicarse al menos cada dos horas o después de la exposición al agua.
Debido a que la exposición a la radiación ultravioleta provee la energía necesaria para la síntesis endógena de más de 90% de la vitamina D, actualmente existe una preocupación creciente de que las medidas fotoprotectoras resulten en su deficiencia. En los entornos de experimentación, la producción de vitamina D parece reducida en gran medida por la aplicación de las cantidades adecuadas de protector solar antes de la exposición a radiación UVB.
Existen ensayos clínicos y estudios longitudinales en los escenarios de la vida real en que el uso de protector solar no suprime significativamente la producción cutánea de vitamina D.
Esto muestra datos controvertidos en relación con el efecto de los protectores solares en la concentración de vitamina D. Por ello, el objetivo de esta revisión es determinar, con base en la evidencia disponible, si existen efectos negativos en la concentración sérica de vitamina D causados por el uso regular de fotoprotección.
DISCUSIÓN
Las medidas de fotoprotección son aconsejables en todas las edades, pero deben ser más intensas en la población infantil y juvenil, debido a que 50 a 80% de la exposición solar tiene lugar antes de los 18 años y la aplicación adecuada de protectores solares durante la infancia y la adolescencia puede reducir la incidencia de cáncer de piel no melanoma en cerca de 80%.
Asimismo, se dispone de evidencia que apoya que la infancia es un periodo decisivo en la aparición de melanoma, como estudios en los que este riesgo se iguala en inmigrantes con la población nativa cuando el desplazamiento se realiza en los primeros años de la vida.
Un estudio poblacional asoció una exposición elevada a la radiación ultravioleta entre los 0 y 20 años, con mutaciones en BRAF y diagnóstico de melanoma a una edad promedio de 47.3 años.
En México, durante los meses de marzo a junio los jóvenes reciben 51% de la dosis anual de radiación ultravioleta sólo en las actividades escolares, por lo que la protección debe iniciarse tempranamente.
La exposición solar durante la infancia y la edad adulta son interdependientes en relación con su efecto en el riesgo de melanoma. De hecho, la protección durante la infancia podría tener un efecto mayor en el riesgo de melanoma que la evitación solar durante la edad adulta. A pesar de la creciente comprensión de las necesidades únicas de la piel infantil, las prácticas de fotoprotección siguen siendo subóptimas; prueba de ello es que la incidencia de las quemaduras solares en niños estadounidenses es de 29 a 83% durante el verano.
La aplicación de fotoprotectores es el método más utilizado para la protección contra los efectos dañinos de la radiación ultravioleta, por lo que es necesario esclarecer si el beneficio de su aplicación sobrepasa los riesgos potenciales, entre ellos la posible disminución de la concentración sérica de vitamina D. No existen datos en niños que permitan obtener conclusiones definitivas en esta población, por lo que se realizó un metanálisis de los estudios realizados en adultos,13-17 en el que se muestra un efecto negativo mínimo del uso de fotoprotección en las concentraciones séricas de vitamina D (diferencia de medias 0.88 IC95% -0.12 a 1.88). Sin embargo, el IC95% es amplio y cruza el cero, lo que implica que hace falta tener un mayor número de pacientes para obtener conclusiones definitivas. Por ende, y pese a ciertos datos controvertidos, a partir del metanálisis realizado se desprende que el efecto de la aplicación de fotoprotectores en la síntesis de vitamina D no es estadísticamente significativo.
La exposición solar no es la única forma de conseguir vitamina D, la principal fuente de obtención es la ingestión diaria, ya sea por dieta o con administración complementaria. Incluso en algunos estudios realizados en pacientes con cáncer de piel, xeroderma pigmentoso y lupus eritematoso, las diferencias en la concentración de vitamina D estuvieron más relacionadas con la ingestión diaria que con los hábitos de fotoprotección.
En relación con la posible deficiencia de vitamina D en la población infantil, desde el año 2007 la Sociedad Pediátrica de Canadá recomienda una dosis de vitamina D de 400 UI/día para todos los niños durante su primer año de vida, situación que hizo eco en 2008 cuando la Academia Americana de Pediatría recomendó igualmente la administración complementaria de 400 UI/día de vitamina D en todos los lactantes, niños y adolescentes, porque es la dosis que ha demostrado mantener las concentraciones de 25-(OH)-vitamina D superiores a 50 mmol/L.
De la revisión de los estudios se desprende que la mayoría de la población tiene concentraciones insuficientes de vitamina D antes de la intervención con la aplicación de fotoprotectores. Por ello, mientras no exista evidencia definitiva en relación con el uso de fotoprotectores y su efecto en las concentraciones de vitamina D, se podrían recomendar las directrices de la Academia Americana de Pediatría garantizando así concentraciones suficientes de vitamina D e insistiendo en las ventajas globales de la fotoprotección.
Los niños menores de 24 meses requieren asesoramiento especial porque por las características de su piel, como menor espesor total, estrato córneo más delgado, corneocitos y células de la capa granulosa más pequeños, menor proporción de lípidos por proteína y menor concentración de melanina, la radiación ultravioleta tiene mayor penetración. Así, la recomendación es que los menores de seis meses de edad se mantengan fuera de la luz solar directa y estén cubiertos con ropa y sombreros de protección apropiados.
Los padres pueden aplicar protector solar cuando evitar el sol es imposible y, sólo en las áreas expuestas. Los recién nacidos prematuros, debido a una capa córnea delgada, pueden tener mayor susceptibilidad a la absorción de los ingredientes del fotoprotector.
En niños mayores de dos años la estructura anatómica de la piel semeja a la de los adultos; sin embargo, la parte superior de las papilas dérmicas está más expuesta a la radiación solar; así, las células madre epidérmicas están más expuestas a la radiación ultravioleta, lo que resulta teóricamente en mayor efecto en el ADN y proteínas estructurales que puede ser el escalón inicial en la patogénesis del cáncer cutáneo no melanoma.
CONCLUSIÓN
No existe información concluyente para determinar si la aplicación regular de filtros solares afecta significativamente la síntesis de vitamina D en población pediátrica. Los efectos negativos de la radiación ultravioleta, la elevada posibilidad de que los pacientes tengan concentraciones insuficientes de vitamina D y la paucicidad de la evidencia del efecto de la fotoprotección en la concentración sérica de vitamina D permiten sugerir que la ingestión diaria sea el método de elección para mantener concentraciones séricas apropiadas de esta vitamina y así continuar favoreciendo las estrategias de fotoprotección en la infancia.
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